Historia de Estella-Lizarra
Iglesia de San Pedro de la Rúa
La existencia de un núcleo de población de origen francés, favorecerá la difusión de la ciudad con un carácter más benévolo que otras
zonas navarras y castellanas. Así, el monje giróvago Aymeric Picaud, al que se atribuye la guía del Codex Calixtinus, después de curas
diatribas contra "los bárbaros e impíos navarros", se considera feliz al llegar a Estella-Lizarra, como muchos otros francos, pues se
sentía en casa, con costumbres e idioma similar. Todo son epítetos agradables: "fértil en buen pan, óptimo vino, carne y pescado, y
llena de toda suerte de felicidades". Incluso el agua del río Ega es "dulce, sana y buena", especialmente tras la experiencia tenida
en la cercana localidad de Lorca, donde sus caballerías murieron envenedadas al beber agua del río salado tras ser engañado por los
lugareños, quienes posteriormente procedieron a desollar a los animales muertos.
Pero no sólo Aymeric trató cordialmente a Estella-Lizarra, el cluniacense Pedro el Venerable, comentaba:
"Hay en tierras de España un
famoso y noble castillo que por lo adecuado de su situación y fertilidad de las tierras próximas y por la numerosa población que lo
habita, estimo que no en vano se llama Estella".
El proceso de crecimiento de la ciudad había terminado al comenzar el siglo XIII. La ciudad se fue enriqueciendo con diversos conventos
como Nuestra Señora de Rocamador, Santa María de Huerta, un convento de agustinos, otro de clarisas, los dominicos, monjes de Gradmont,
franciscanos y mercedarios. Asimismo proliferaron en la ciudad los hospitales y albergues para acoger a los peregrinos. Todo tutelado
por la presencia de un castillo formado por tres fuertes estructuras denominadas Zalatambor, Atalaya y Belmecher que, tras la pérdida
de Álava (1200), adquirió altas funciones militares como bastiuón neurálgico de un tramo consiferable de la frontera con Castilla. Bajo
Teobaldo I, Estella-Lizarra será cabeza de una de las Merindades.